Actualmente las rosquillas son un dulce que se encuentra en cualquier época del año, pero es en Cuaresma y Semana Santa cuando se acostumbraba a consumir hace tiempo. Hoy me pongo clasicona y me sumerjo en las costumbres del pasado con una versión de la receta tradicional: las rosquillas de leche condensada.
La clave para que estas rosquillas queden tiernas y esponjosas es conseguir una masa húmeda, blandita y ligeramente pegajosa. Cuanta más harina agreguemos, más duras quedarán, así que cuidado con pasarse. Siempre es mejor quedarse cortos e ir añadiendo poco a poco hasta obtener la consistencia deseada.
No obstante, con el reposo, en frío, la masa coje cuerpo y se vuelve más manejable. Además, si nos engrasamos las manos con un poco de aceite, podremos formar las rosquillas de manera fácil y rápida. Veréis que la cosa es más sencilla de lo que pueda parecer a priori. Vamos al lío.
En un recipiente amplio y hondo introducimos los huevos con una pizca de sal y removemos. Agregamos la leche condensada y batimos hasta integrar. Añadimos la ralladura de limón, el licor de anís y mezclamos de nuevo.
A continuación agregamos la harina y la levadura, tamizadas. Removemos para integrar hasta que sea necesario pasar el conjunto a la encimera, donde amasamos hasta amalgamar. Boleamos la masa y la dejamos reposar unos diez minutos antes de continuar.
Una vez reposada la masa tomamos pequeñas porciones de la misma y, haciéndolas rodar sobre la mesa, formamos cilindros largos. Los unimos por los extremos, presionamos para que se adhieran bien y formamos las rosquillas.
Calentamos abundante aceite en una sartén honda o en un cacito y, cuando éste haya alcanzado unos 165-170ºC (aproximadamente), freímos las rosquillas. Las volteamos para que queden doradas por las dos caras y bien cocidas por dentro.
Retiramos las rosquillas y las dejamos escurrir sobre un plato con papel absorbente. Inmediatamente después las rebozamos en azúcar (que es cuando mejor se adhiere) y ya tenemos las rosquillas listas para consumir, tal cual o en frío.
Con qué acompañar las rosquillas de leche condensada
Ideales para servir en la sobremesa como acompañamiento del café, infusión, licor, etc. Estas rosquillas de leche condensada son un bocado delicioso, tierno y esponjoso que vais a querer comer a dos manos. Veréis lo rápido que desaparecen del plato.
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